Tomado de “creencias, ritos y costumbres Wayúu” compilado por Jesús Alfonso Flórez López. Centro de estudios étnicos. Sede Institución Educativa Internado Indígena San José, Uribia, Guajira, Colombia.
Cuentan los viejos Wayuu, que un día de primavera, cuando los pájaros cantaron de alegría anunciando las primeras lluvias; cuando los suspiros florecieron y se llenaron de perfume los caminos, un joven salió de cacería por los montes Isashii, donde sólo impera la soledad y el miedo. Aquel joven era un cazador valiente, como esos que llevan en el pulso la prueba de su valor y en el cuerpo las huellas de sus heridas. Dicen los ancianos que cuando aquel joven nació, una estrella se desprendió del cielo e iluminó la noche. Y los augures vaticinaron al recién nacido, grandes sorpresas en su vida.Aquella mañana, el cazador se había adelantado bastante en el interior del monte, cuando oyó depronto una vocecita suave que parecía brincar por los ramajes. Al principio creyó que se trataba de un simple crujir de ramas a merced del viento y prosiguió su marcha. Al rato, volvió a oír una risa entrecortada como la de un chiquilín a quien le hicieran cosquillas. Creyó el cazador que se trataba de un pajarito oculto entre las hojas y sin hacer caso reanudó la marcha. Al dar un paso más, vovió a sentir la tierna voz; esta vez, aguzó el oído, contuvo la respiración, acomodó la flecha sobre el arco y esperó a que se repitiera el extraño rumor
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